Julián se pillaba a menudo pensando en sus hijos, a pesar de intentar enterrar los sentimientos de traición y dolor. Se quedaba mirando a otros críos jugando en el parque y se preguntaba cómo serían los suyos ahora.


“¿Serán felices? ¿Se acordarán siquiera de mí?”. Estas preguntas le taladraban la cabeza a diario. No los veía desde el divorcio, y el remordimiento le pesaba un quintal. Cada día, luchaba contra las ganas de contactar con ellos, temiendo reabrir viejas heridas.

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