Ludivine Sagnier (“Swimming Pool”, 2003)
El thriller psicológico de François Ozon equilibra magistralmente dos atractivos irresistibles: la trama intrincadamente tejida con sus giros sorprendentes, y el encanto casi mítico de Ludivine Sagnier mientras descansa junto a la piscina en su bikini blanco y negro.
El traje de baño en sí mismo pasa a un segundo plano ante la hipnótica presencia de Sagnier en la pantalla: encarna tanto la sensualidad juvenil como el peligroso misterio, haciendo que cada una de sus apariciones sea tan convincente como el enigma central de la película. Una fusión perfecta de estilo y sustancia en el cine europeo.
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