El Dr. Marcus estaba decidido a que todos los cachorros sobrevivieran y estuvieran sanos


En la clínica veterinaria, el descubrimiento de cachorros nacidos muertos transformó la alegría en tristeza. La sala, que antes bullía de expectación por la nueva vida, ahora estaba envuelta en un silencio sepulcral. Los sollozos de la Sra. Thompson rompieron el silencio, haciéndose eco del dolor colectivo por los bebés perdidos de Lola. El Dr. Marcus, enfrentado a la dura realidad, sintió el peso del momento, sopesando qué hacer a continuación. “No los bebés de mi pobre Lola”, lamentó la Sra. Thompson.

A pesar de la atmósfera sombría, el Dr. Marcus estaba resuelto. Una promesa silenciosa llenó el aire: revivir a las pequeñas crías.

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