Mientras Marcus estaba sumido en sus pensamientos, la tranquilidad de la clínica veterinaria se vio interrumpida por unos pasos rápidos y unos susurros preocupados. La señora Thomson entró, con una mezcla de preocupación y esperanza en el rostro, acompañada de Lola, una adorable labrador chocolate. Lola saludó a Marcus con un sonoro ladrido. Fue repentino, pero Marcus supo que era importante. Sintió una atmósfera de urgencia, como si los ojos de Lola suplicaran un mensaje que solo un veterinario podía entender.
Marcus dejó de lado sus pensamientos y se concentró. Lo que no sabía era que esta interrupción no era una simple ruptura con la rutina.
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