Síntomas abrumadores

La condición física de Mark empeoró hasta el punto de que no pudo ignorarla. Dolores de cabeza cegadores lo atacaban sin previo aviso, seguidos de oleadas de mareo que lo hacían aferrarse a lo que encontrara. Hubo momentos en que su visión se nublaba lo suficiente como para enviarlo al pánico. La ironía de perder potencialmente la vista de nuevo mientras intentaba desesperadamente protegerla no se le escapó.
Aun así, se negó a bajar el ritmo. Cada síntoma se convirtió en otro obstáculo en su misión de descubrir la verdad. Temía que si se detenía —incluso por un momento—, podría perder el detalle clave que finalmente expondría los secretos de Emily. El dolor era constante, pero también lo era la necesidad de entender. Él se abría paso a través de cada episodio, diciéndose a sí mismo que las respuestas estaban cerca y que soportar la agonía valdría la pena al final.
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