
Sinceramente, una de las cosas más frustrantes en el aeropuerto es la gente que camina despacio. Esta abuela no dejó pasar a nadie mientras bajaba del avión a su propio ritmo. Su expresión lo dice todo;
no tenía prisa y estaba tan tranquila que decidió pararse justo en medio del pasillo, sin importarle el lento avance de su viaje hacia el control de pasaportes. Por suerte, a todos les pareció divertida la situación; se notaba en sus caras.