Contándole a Lisa


Llamé a mi mejor amiga Lisa, apenas conteniéndome. Su voz era tranquila pero firme, un salvavidas en medio de mi caos emocional. Cuando le conté lo que había pasado, no jadeó ni lloró, se puso seria. Sabía exactamente cómo hacerle daño, y su consejo fue simple y directo.

Lisa me dijo que cancelara sus tarjetas de crédito para interrumpir su pequeña fantasía de vacaciones. “Haz que lo sienta”, dijo. Sus palabras resonaron en mi cabeza mucho después de que terminara la llamada. No se trataba de venganza, se trataba de hacerle enfrentar la realidad de la que estaba tratando de escapar. De repente, tuve un plan.

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