Su mensaje de texto enojado


Cuando finalmente me sumergí en un sueño ligero, mi teléfono vibró. El mensaje era corto, pero la rabia era ruidosa: “¡¿Qué pasa con las tarjetas?!” Ni siquiera intentó ocultar su frustración. El tono era acusatorio, confuso y de pánico, todo lo que había esperado cuando cancelé las tarjetas.

Leí el mensaje una y otra vez, dejando que la acidez de sus palabras se asimilara. Claramente estaba ciego, y por una vez, yo tenía la sartén por el mango. Lo imaginé forcejeando, sus planes descarrilados, y eso me dio una extraña sensación de paz. Su viaje puede que no hubiera terminado, pero la ilusión de control sí lo había hecho, y esa fue mi victoria.

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